El Papa Francisco reiteró que la misión de Jesús, culminada con el don del Espíritu Santo, tenía la finalidad esencial de «restablecer nuestra relación con el Padre, destruida por el pecado; apartarnos de la condición de huérfanos y restituirnos a la de hijos». En su homilía, en la Santa Misa de la Solemnidad de Pentecostés, en la Basílica de San Pedro, el Papa señaló que también en nuestro tiempo hay signos de nuestra condición de huérfanos. Como cierta soledad interior, una supuesta independencia de Dios, un analfabetismo espiritual, una dificultad de reconocer al otro como hermano.