Miles de fieles y peregrinos de numerosos países volvieron a reunirse en la Plaza de San Pedro el cuarto y último domingo de agosto para rezar con el Papa Francisco la antífona mariana del Ángelus, no sin antes escuchar su comentario al Evangelio.
En efecto, con el episodio del Evangelio del día, que muestra a Jesús en la casa de uno de los jefes de los fariseos mientras los invitados van a almorzar preocupándose ante todo por elegir los mejores lugares, el Santo Padre destacó las dos breves parábolas mediante las cuales el Señor nos ofrece otras tantas indicaciones, a saber: la del lugar y la de la recompensa.
Tras destacar que el Maestro no pretende darnos normas de comportamiento, el Obispo de Roma se detuvo a considerar el valor de la humildad, puesto que la historia – dijo – nos enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad y la ostentación son la causa de muchos males. De ahí que el pensamiento del Papa Bergoglio se haya dirigido, con reconocimiento, a los voluntarios que con su servicio típico de la “cultura de la gratuidad”, hacen visible y creíble el amor de Cristo.
Antes de rezar a la Madre de Dios y de impartir su bendición apostólica, Francisco invitó a pedir a la Virgen María que nos conduzca por el camino de la humildad, haciéndonos capaces de gestos gratuitos de acogida y de solidaridad hacia los marginados, para que seamos dignos de la recompensa divina.
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