En la Audiencia General en la Plaza del santuario de san Pedro, el Obispo de Roma invitó a preguntarse por el destino final del pueblo de Dios. Lo que cabe esperar. Y explicó que “el Apocalipsis nos presenta dos imágenes: la esposa que espera a su Esposo, que nos habla del proyecto de comunión con la persona de Jesús que Dios ha trazado a lo largo de la historia, y la Nueva Jerusalén, que evoca el lugar donde todos los pueblos se reunirán junto a Dios”.
Francisco dijo que “la esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es un mero deseo, sino la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Nosotros anhelamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz”.
El Sucesor en la Cátedra de Pedro afirmó que “la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras comunidades manifiestan la presencia del Señor y la espera ardiente de su venida, si no corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y de nuestra alegría”. Para concluir pidiendo a “María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud”.
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