Como cada domingo el Papa Francisco rezó la oración del Ángelus ante miles de fieles a quienes dio diversos mensajes en un ambiente de júblio amenizado por las canciones y pancartas del gran grupo de la Acción Católica de la Diócesis de Roma. “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Citando el Evangelio del Lucas, el Obispo de Roma precisó que el “hoy”, proclamado por Cristo aquel día en la sinagoga de Nazaret, vale para cada tiempo. “Resuena también para nosotros en esta plaza, recordándonos la actualidad y la necesidad de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro”, observó el Papa. “Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos alzar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien”.
El Santo Padre subrayó que el relato del evangelista Lucas saca a la luz una tentación a la cual el hombre religioso está siempre expuesto, y de la cual es necesario tomar decididamente las distancias: “la tentación de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a ‘negociar’ con Dios buscando el propio interés”. Se trata, enfatizó Francisco, de acoger la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquella más pequeña e insignificante a los ojos de los hombres”. “Precisamente en esto consiste el ministero profético de Jesús: en el anunciar que ninguna condición humana puede constituir motivo de exclusión del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de abandonarse en sus manos”.