Tras haber reflexionado sobre el tiempo de la oración en la vida familiar en su catequesis de la audiencia general del primer miércoles de septiembre, el Papa Francisco se refirió a la familia como transmisora de la fe y a su modo de vivir esta responsabilidad.
Después de destacar algunas expresiones evangélicas que parecen contrapuestas a los lazos familiares y al hecho de seguir a Jesús, como por ejemplo: “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”; el Santo Padre explicó que Jesús no pretende borrar el cuarto mandamiento ni nos pide que seamos insensibles a las relaciones en la familia.
Francisco también afirmó que el flujo de un estilo familiar en las relaciones humanas es una bendición para los pueblos, puesto que devuelve la esperanza a la tierra. Y añadió que cuando los afectos familiares se dejan convertir al testimonio del Evangelio, se vuelven capaces de cosas impensables, que permiten tocar con las manos las obras que Dios realiza en la historia, como las que cumplió Jesús en favor de los hombres, mujeres y niños con quienes se encontraba.
Además, el Pontífice dijo que una sola sonrisa milagrosamente arrancada a la desesperación de un niño abandonado, que vuelve a vivir, nos explica el obrar de Dios en el mundo más que mil tratados teológicos. Un solo hombre y una sola mujer, capaces de arriesgarse y sacrificarse por el hijo de otros, y no sólo por el propio, nos explican cosas del amor que muchos científicos jamás comprenden.
El Papa también afirmó que la familia que responde a la llamada de Jesús devuelve la realización del mundo a la alianza del hombre y de la mujer con Dios. Y antes de concluir destacó que, en efecto, la alianza de la familia con Dios está llamada hoy a contrastar la desertificación comunitaria de la ciudad moderna. Porque ninguna ingeniería económica y política es capaz de sustituir esta aportación de las familias. “El proyecto de Babel – dijo – edifica rascacielos sin vida. Mientras el Espíritu de Dios, en cambio, hace florecer los desiertos. Debemos salir de las torres y de las cámaras blindadas de las élites, para frecuentar nuevamente las casas y los espacios abiertos de las multitudes”.
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