El espíritu del clericalismo es un mal presente también hoy en la Iglesia y la víctima es el pueblo, que se siente descartado y abusado. Es cuanto afirmó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. En esta celebración Eucarística también participaron los integrantes del Consejo de los nueve Cardenales. Francisco advirtió acerca del peligro que corren los pastores si se convierten en intelectuales de la religión con una moral alejada de la Revelación de Dios.
El pueblo humilde y pobre que tiene fe en el Señor es víctima de los “intelectuales de la religión”, “los seducidos por el clericalismo”, que en el Reino de los cielos estarán precedidos por los pecadores arrepentidos. Citando las palabras de Jesús propuestas en el Evangelio de San Mateo, el Papa Bergoglio, destacó que el Señor se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo deteniéndose sobre su papel. “Tenían – dijo – la autoridad jurídica, moral y religiosa” y “decidían todo”. Anás y Caifás, por ejemplo, – explicó Francisco – “juzgaron a Jesús”. Eran los sacerdotes y los jefes que “habían decidido matar a Lázaro”, y Judas había ido a verlos para “negociar”, de modo que así “Jesús fue vendido”. Un estado de “prepotencia y tiranía hacia el pueblo” al que llegaron – prosiguió explicando el Papa – instrumentalizando la ley:
“Pero una ley que ellos rehicieron tantas veces: tantas veces hasta llegar incluso a los quinientos mandamientos. Todo estaba regulado, ¡todo! Una ley construida científicamente, porque esta gente era sabia, y conocía todo bien. Tenía todos esos matices, ¿no? Pero era una ley sin memoria: se habían olvidado del Primer Mandamiento, que Dios dio a nuestro padre Abraham: “Camina en mi presencia y sé irreprensible”. Ellos no caminaban: estuvieron siempre detenidos en sus propias convicciones. ¡Y no eran irreprensibles!”.
“Judas fue un traidor, ¡pecó mucho eh! Pecó enormemente. Pero después el Evangelio dice: “Arrepentido, fue a devolverles las monedas”. Y ellos ¿qué hicieron? “Pero, tú fuiste socio nuestro. Quédate tranquillo… ¡Nosotros tenemos el poder de perdonarte todo!”. ¡No! “¡Arréglate como puedas! ¡Es un problema tuyo!”. Y lo dejaron solo: ¡descartado! El pobre Judas traidor y arrepentido no fue acogido por los pastores. Porque ellos habían olvidado lo que significa ser pastor. Eran los intelectuales de la religión, los que tenían el poder, los que llevaban adelante la catequesis del pueblo con una moral hecha por su inteligencia y no por la revelación de Dios”.
“Un pueblo humilde, descartado y aporreado por esta gente”: también hoy en la Iglesia – observó el Obispo de Roma – suceden estas cosas. “Está ese espíritu de clericalismo” – explicó –, “los clérigos que se sienten superiores, que se alejan de la gente,” que no tienen tiempo de escuchar a los pobres, a los que sufren, a los presos, o a los enfermos”:
“El mal del clericalismo ¡es una cosa muy fea! Es una edición nueva de esta gente. Y la víctima es la misma: el pueblo pobre y humilde, que espera en el Señor. El Padre siempre ha tratado de acercarse a nosotros: ha enviado a su Hijo. Estamos esperando, esperando en espera gozosa, exultantes. Pero el Hijo no entró en el juego de esta gente: el Hijo estuvo con los enfermos, los pobres, los descartados, los publicanos, los pecadores y las prostitutas, y esto es escandaloso. También hoy Jesús nos dice a todos nosotros, y también a los que están seducidos por el clericalismo: “Los pecadores y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de los Cielos”.
Official Vatican Network - Foto ("L'Osservatore Romano")