En la audiencia general, continuando el ciclo sobre el celo apostólico, el Papa ofrece a los fieles el ejemplo de san Andrés Kim Tae-gon, mártir y primer sacerdote coreano: el testimonio del Evangelio dado en tiempos de persecución puede dar mucho fruto para la fe.
Reflexión del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas:
En esta audiencia quiero presentarles otro testigo del celo apostólico, esta vez nos llega de tierras lejanas. Efectivamente, san Andrés Kim Tae-gon fue el primer sacerdote mártir de Corea. Hace doscientos años hubo en aquel país una fuerte persecución y no se podía confesar la fe abiertamente. Destaco dos escenas que nos dan prueba de ese celo. En la primera, vemos a san Andrés ante la dificultad de no tener más opción que encontrar a los fieles en público y lograr reconocerse sin que nadie se diera cuenta, resumiendo en dos palabras su identidad. Las palabras que había que decir eran “discípulo de Jesús”. Es muy interesante que sea este el resumen de todo lo que se puede decir, ya en ellas se supone dar vida al Evangelio y testimoniarlo.
En la segunda, lo encontramos cuando era seminarista caminando en la nieve para buscar un misionero y, completamente agotado, cayó por tierra, pero una mano amiga lo alzó y lo empujó a seguir adelante. La lección de esta escena es que aunque podamos caer, siempre podremos alzarnos de nuevo porque Jesús nos sostiene.
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor el celo que movió a san Andrés, que el Señor nos dé la fuerza de su Espíritu Santo, que en este tiempo pedimos con especial intensidad, para testimoniar su Evangelio en lo cotidiano, simplemente siendo “discípulos de Jesús”, en la vocación a la que Dios nos llamó. Pidámosle también que sea siempre ese amigo que nos sostiene en las dificultades, para perseverar en el camino del bien hasta el final. Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Fuente Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana