Reflexión del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer regresé de mi Viaje apostólico en Mozambique, Madagascar y Mauricio: lo he realizado como peregrino de paz y de esperanza.
En Mozambique deseé esparcir semillas de esperanza, de paz y de reconciliación en una tierra que ha sufrido un largo conflicto armado y recientemente fue golpeada por dos ciclones. Animé a las autoridades locales, a los jóvenes y a todos los habitantes para que sigan trabajando por el bien común y difundiendo la amistad social.
En Madagascar, un país con enormes recursos naturales, pero marcado por la pobreza, los apoyé para que todos juntos puedan superar la adversidad y construir un futuro más justo y desarrollado. Como signo profético visité la “Ciudad de la Amistad” ―Akamasoa―, en la que se trabaja por la dignidad de los más necesitados y la educación de los jóvenes. Además, encontré a las religiosas contemplativas, a los obispos, a los sacerdotes y consagrados, y celebré la Misa dominical junto al pueblo fiel que camina en aquella tierra.
Por último, visité Mauricio, una isla que integra diversas etnias y culturas. Agradecí a las autoridades el compromiso por armonizar las diferencias en favor de un proyecto común, animándolos a seguir con ese mismo espíritu de acogida y favoreciendo la vida democrática.
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica; en modo particular saludo a los “Universitarios para el desarrollo”, que trabajan en zonas carenciadas de Argentina y misionan en El Bolsón, Río Negro, y La Viña, en Salta. A todos los invito a rezar por los frutos de este Viaje apostólico, para que el Señor siga sosteniendo a los habitantes de Mozambique, Madagascar y Mauricio, y a la Iglesia le conceda la valentía de seguir llevando el consuelo y la alegría del Evangelio. Que Dios los bendiga a todos.
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