En este tiempo de Adviento, dijo Francisco, pidámosle al Señor, como los discípulos, que nos enseñe a rezar. Seguramente Él no dejará caer al vacío nuestra invocación.
Reflexión del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas:
Iniciamos hoy un nuevo ciclo de catequesis centradas en el “Padre nuestro”. Los evangelios nos presentan a Jesús como un hombre que rezaba. Si bien experimentaba la urgencia de predicar y de salir al encuentro de la multitud, buscaba momentos de soledad para rezar.
El Evangelio de san Marcos nos narra una jornada de Jesús, en la que pasó todo el día predicando y curando enfermos, sin embargo, la noche la dedicó a la oración. Para él, la oración era entrar en la intimidad con el Padre, que lo sostenía en su misión, como sucedió en Getsemaní, donde recibió la fuerza para emprender el camino de la cruz. Toda su vida estaba marcada por la oración, tanto privada como litúrgica de su pueblo. Esa actitud se ve también en sus últimas palabras en la cruz, que eran frases tomadas de los salmos.
Jesús rezaba como cualquier hombre, pero su modo de hacerlo estaba envuelto en el misterio. Esto impactó a sus discípulos y por eso le pidieron: «Señor, enséñanos a rezar». Jesús se convirtió así en maestro de oración para ellos, como quiere serlo también para nosotros.
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. Los animo a pedir a Dios como hicieron los discípulos: «Señor, enséñanos a rezar», para que nuestra oración no sea ni rutinaria ni egoísta, sino encarnada en nuestra vida y que sea agradable a nuestro Padre del cielo.
Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
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