Después de la celebración de la Santa Misa de Clausura del Año Jubilar y antes del rezo mariano del Ángelus, las últimas palabras del pontífice estuvieron dirigidas a la Madre de Dios y Madre nuestra, para que nos ayude a conservar en el corazón y a hacer fecundos los dones espirituales de este Año Santo de la Misericordia.