En la cita mariana dominical para el rezo a la Reina de los Cielos, el Papa Francisco deseó «que la Virgen María, perfecta discípula de su Hijo y Señor, nos ayude a ser cada vez más dóciles al Paráclito, al Espíritu de la Verdad, para aprender cada día a amarnos como Jesús nos ha amado».
Con el evangelista Juan (cfr Jn 14,15), el VI domingo de Pascua, el Obispo de Roma recordó que «Jesús promete a sus amigos que, después de Él, recibirán «otro Paráclito» es decir otro «Abogado» defensor y consolador, «el Espíritu de la Verdad». Y añade: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes».
Haciendo hincapié en que Jesús nos dice: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él» (v. 21), el Papa reiteró que «hoy, el Señor nos llama a corresponder generosamente a la llamada evangélica del amor, poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y dedicándonos al servicio de los hermanos, en especial de los más necesitados de apoyo y consolación».
Reconociendo que nunca es fácil saberse amar siguiendo el ejemplo del Señor, tampoco para una comunidad cristiana, el Papa puso en guardia contra actitudes como el orgullo y las envidias, que marcan el rostro bello de la Iglesia y que no corresponden a la caridad de Cristo. Y advirtió que cuando se interpone el maligno a veces nos dejamos engañar y los que pagan son los espiritualmente más débiles.