Al rezar el Ángelus del II Domingo de Cuaresma con los numerosos fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco se refirió a la Transfiguración de Jesús que presenta en esta ocasión el Evangelio. Y dijo que la “luminosidad” que caracteriza este evento extraordinario, simboliza su finalidad, a saber: “iluminar las mentes y los corazones de los discípulos, a fin de que puedan comprender claramente quién es su Maestro”.
Además, el Obispo de Roma afirmó que el Señor sabiendo que sería condenado a muerte, deseaba preparar a sus Apóstoles ante el escándalo tan grande para su fe que representaba la crucifixión, así como preanunciar su resurrección, manifestándose como el Mesías, el Hijo de Dios.
Y si bien esta revelación de Dios se produce de un modo diferente a las expectativas humanas, en el sentido de que Jesús se presenta como un siervo humilde y desarmado; un hombre pobre que no tiene donde posar la cabeza; el Papa Bergoglio recordó que, precisamente mediante este signo desconcertante de la cruz, Jesús llegará a su gloriosa resurrección.
Además, Francisco recordó que “la Cruz cristiana no es un adorno de la casa ni un ornamento que ponerse, sino una llamada al amor con la que Jesús se ha sacrificado para salvar a la humanidad del mal y del pecado”. De ahí que el Santo Padre haya invitado a contemplar en el tiempo de Cuaresma la imagen del crucificado que es símbolo de la fe cristiana y pidió que la Cruz marque las etapas del itinerario cuaresmal para comprender cada vez más la gravedad del pecado y el valor del sacrificio con el cual el Redentor nos ha salvado.
Palabras del Santo Padre
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