El momento culminante de la Revelación divina a la humanidad ha sido el de la Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo “lleva toda la Revelación a su plenitud y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, y sobre todo, con su Muerte y Resurrección de entre los muertos y con el envío del Espíritu de la Verdad” (DV 4).
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