Nuevamente la Plaza de San Pedro volvió a convertirse en el escenario ideal del encuentro del Obispo de Roma con los fieles y peregrinos procedentes de numerosos países. “Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento”, fue el tema de su catequesis referida a las obras de misericordia corporales, a las que también nos llama el Año Santo Extraordinario.

Hablando en italiano, el Santo Padre destacó que una de las consecuencias del llamado “bienestar” es la de conducir a las personas a encerrarse en sí mismas, haciéndolas insensibles a las exigencias de los demás. Y agregó que se hace de todo para engañarlas, presentándoles modelos de vida efímeros, como si nuestra vida fuera una moda que hay que seguir. De ahí que Francisco haya afirmado que hay que afrontar la realidad. Lo que con frecuencia hace que encontremos situaciones de urgente necesidad.

“No olvidemos las palabras de Jesús – terminó diciendo el Papa Bergoglio citando dos parágrafos del Evangelio de San Juan – ‘Yo soy el pan de Vida’. Y: ‘El que tenga sed, venga a mí’”. Son para todos los creyentes – dijo – una provocación para reconocer que, a través de estos gestos se desarrolla nuestra relación con Dios. El Dios que ha revelado en Jesús su rostro de misericordia.

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