«Si alguien no ha hecho todavía experiencia de la acción liberadora de Dios en su vida, necesita elevar su grito al Padre como hizo el pueblo de Israel, Él siempre escucha el lamento de sus hijos y los libera»: con estas palabras el Santo Padre inspiró a los fieles a sentir cercano al Dios Padre generoso que nos ama y nos salva.

“No nos salvamos solos, pero de nosotros puede partir un grito de ayuda: Señor sálvame, enséñame el camino, acaríciame, dame un poco de alegría"; "este grito es importante, es oración, es conciencia de lo que todavía está oprimido y no liberado en nosotros”: lo dijo el Papa en su tercera catequesis sobre los mandamientos

Dios primero salva y luego nos pide confianza

En la Audiencia General del miércoles 27 de junio el Obispo de Roma impartió su tercera catequesis sobre los mandamientos, reflexionando sobre el texto que precede el Decálogo:

El texto de los diez mandamientos está precedido por una frase que pone de manifiesto la generosidad de Dios, recordando que Dios liberó a su pueblo y lo sacó de la esclavitud. Es una muestra más de que Nuestro Dios primero salva y después nos pide confianza.

La vida cristiana no es sólo cumplir deberes

La primera declaración, “Yo soy el Señor tu Dios”, dijo el Santo Padre, “ilumina el decálogo de los mandamientos”, que más que mandamientos son las “palabras amorosas de Dios” a su pueblo para que camine bien:

Desde esta perspectiva, -explicó Francisco hablando en nuestro idioma- la vida cristiana no es simplemente un obedecer normas ni cumplir deberes, ni tampoco depende sólo de nuestra fuerza de voluntad, sino que es una respuesta agradecida a un Padre generoso que nos ama y nos libera. Un corazón que ha sido tocado por el Espíritu Santo es agradecido y recuerda la bondad de Dios y los muchos beneficios que ha recibido de Él.

Si no sentimos la experiencia de Dios, gritar pidiendo su ayuda

Profundizando, el Papa señaló que depende de nosotros el ser escuchados. Remarcó que "no nos salvamos solos", pero que de nosotros puede partir un grito de ayuda: "Señor sálvame, enséñame el camino, acaríciame dame un poco de alegría", rezó a modo de ejemplo. "Depende de nosotros: pedir ser liberados, del egoísmo, del pecado, de las cadenas de la esclavitud. Este grito es importante, es oración, es conciencia de lo que todavía está oprimido y no liberado en nosotros", dijo. 

Si alguien no ha hecho todavía experiencia de la acción liberadora de Dios en su vida, necesita elevar su grito al Padre como hizo el pueblo de Israel, Él siempre escucha el lamento de sus hijos y los libera. Nosotros no podemos salvarnos únicamente con nuestras propias fuerzas, pero podemos gritar pidiendo ayuda. Esto es ya una forma de oración, que brota de lo que en nosotros existe de oprimido y necesitado de libertad. Dios escucha siempre nuestro grito, pues él nos ha llamado a vivir como hijos libres y agradecidos, obedeciendo con alegría a aquel que nos ha dado mucho más de lo que nosotros podremos darle.

 

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